Anastasia o Anna Anderson

Esta es la magnífica historia de dos mujeres con una misma identidad, ser la única hija del Zar Nicolas II que se salvara de la masacre de 1918 en Ekaterimburgo-Siberia.

Anna Anderson era una joven veiteañera de ascendencia rusa que decidió abrirse al mundo bajo la identidad de la Gran Duquesa Anastasia Romanov de todas las Rusias, la misma que muriera en el verano de 1918, junto a toda la familia de Nicolas II, padres y hermanos.

La muerte de la joven Anastasia Romanov fue todo un misterio, solo se sabía que oficialmente había sido fusilada en la noche del 16 al 17 de julio junto a su familia, pero con el tiempo, el rumor surgió cuando un soldado informó de la posibilidad del rescate de un miembro de la familia, de una de las hijas del Zar, que había quedado mal herida durante aquella noche fatal.

El soldado Tschaikovsky dijo haber recogido a la joven gran duquesa y se la llevaría a Rumania donde curaría todas sus heridas.

La vida de Anna Anderson surgió en 1920 cuando fue salvada de suicidarse en el puente del río Spree en la ciudad berlinesa.  Fue ingresada en un sanatorio mental durante un tiempo en la que ella se definia como la única superviviente de la familia imperial rusa e hija Nicolás II.  La noticia empezó a sucumbir por toda Europa.  La gente maravillada ante esa magnífica historia, daban motivos para pensar que si realmente fuera esta joven la verdadera hija del Zar, devolvería las esperanzas de los miles de súbditos rusos de colocar a un Romanov en el trono, que fuera arrebatado por los bolcheviques.  Pero la pregunta estaba servida: ¿Es esta mujer la que dice ser y es verdaderamente Anna Anderson la famosa Anastasia Romanov?  Hasta hace pocos años estas y otras preguntas seguían vigentes hasta que en la pasada década de los 90 una prueba del ADN confirmó lo tan esperado durante años.

Anastasia Romanov – Oldenburg (1901-1918) Esta es su historia:

Anastasia Nicolaeivna Romanov-Oldenburg-Holstein-Gottorp y von Hessen, nace en Peterhof, Rusia, el 18 de junio de 1901.  Hija del Zar Nicolás II Romanov y de la Zarina Alexandra Feodorovna de Hessen.

Era la pequeña de las cuatro hijas del Zar y era muy conocida por ser quien cuidaba constantemente de su hermano el Zarevich Alexis, el pequeño de la familia.

Anastasia se crió junto a sus otras tres hermanas: Olga, Maria y Tatiana. Junto a ella siempre su adorado hermano Alexis de dos años menor que ella.  Vivió alrededor de una corte sublime, pomposa y elegante.  Pero a Anastasia de carácter algo reservado, disfrutaba de realizar actividades lúdicas como también tenía entre sus aficiones, salir al campo, practicar tenis, jugar con sus hermanas o escuchando a su abuela paterna, la zarina Maria de Dinamarca que disfrutaba de contar miles de historias y cuentos infantiles.  Sabemos que también asistió a actos protocolarios como las fiestas de Navidad o de Pascua de Resurrección. No hay muchos datos de la joven Anastasia desde su nacimiento hasta el final de sus días.

Tras estallar la Revolución Rusa de 1917:

El 20 de mayo de 1918 los Romanov, fueron exiliados a Siberia, donde fueron confinados en Ekaterinburg.  Estuvieron residiendo durante sus últimos dos meses de vida, en una pequeña granja de la localidad siberiana.

Poco tiempo antes del desenlace final, el oficial bolchevique Yurovsky, trasladó a la familia imperial a otro pueblo llamado Alapayevsk e instalados en un refugio preparado para ellos.  La noche del 16 al 17 de julio la familia fue sacada del lugar donde se encontraban y tras despertarlos de madrugada, fueron conducidos al sótano de la casa con el pretexto de ser fotografiados por última vez.

Les acompañaba el médico de la familia imperial, el doctor Eugenio Botkin además de tres personas más del servicio de la familia.  Fueron ejecutados cruelmente.  Para poderse desahacer de los cuerpos, la milicia decidió  enterrarlos en el bosque tras haber sido bañados en ácido sulfúrico para que nadie les pudiera identificar.

Sus cuerpos sin vida fueron conducidos en medio de un bosque cercano, espeso y oscuro, donde fueron enterrados sin señal o lápida donde indicara el lugar de su reposo.

Por ello, ante la posibilidad de rescatar medio moribundo a algún miembro de la casa imperial se hizo cada vez más relevante en la Europa occidental.  Sobre todo a través de la historia de que un soldado que estuvo durante la masacre y que el llamado Tschaikovsky la pudiera rescatar.  Fue entonces, dos años después de lo sucedido cuando apareció Anna Tschaikovska Anderson.

Nadie supo quien fue realmente Anna Anderson.  Pero había gente que quería comprender y quería aceptar la posibilidad de que aquella historia fuera real y que la joven Anastasia se salvara de aquella masacre.  El parecido físico con la auténtica gran duquesa hizo que la gente que la había conocido o tratado cuando era joven se alarmara y pretendiera aceptarla como tal.  Por entonces, nadie podía entender cómo podía tener tantos recuerdos de la familia imperial si no hubiera sido la auténtica.  Incluso su abuela paterna, recluida en un castillo en Dinamarca donde pasó su reclusión tras las muertes de su familia, la reconoció antes de su fallecimiento en octubre de 1928 como tal después de un tiempo en que le inundaban las dudas de la identidad de aquella joven.

Anna Anderson no tuvo una existencia fácil y durante su vida tuvo que asistir varias veces ante los tribunales como en 1938 cuando se presentó ante la corte alemana para probar que realmente era quien decía. Murió en Klostersee (Alemania) en 1984 a la edad de 83 años a causa de una neumonía. Según dicen fue encinerada por deseo propio.

Después de morir, Anna Anderson, se empezó a investigar la posibilidad científica de que ella fuera la autentica hija del zar Nicolás II.  Un grupo de científicos, espeólogos, geólogos, genéticos y otros expertos de la medicina hallaron los restos de la familia imperial en 1991.  En 1998 y gracias a las pruebas demostradas con el ADN se supo que todos los cadáveres encontrados pertenecían a la familia imperial.  Los siete componentes eran sin dudarlo, el Zar Nicolás II, su esposa y todos sus hijos.  Para la confirmación pidieron muestras de ADN a diferentes miembros de la realeza europea más cercana a los Romanov, a miembros de las casas reales danesa, británica alemana y a la griega.

Los análisis y muestras de ADN de Anna Anderson que pudieron ser rescatados, grácias a una prueba que se le hicieron en vida durante una operación en 1979 en el Hospital Martha Jefferson, fueron comprobados y la resolución demostró que aquella mujer que en los años 20 y hasta el final de su vida defendía su identidad como Anastasia Romanov, no era la auténtica.

Su genética fue comparada con las familias de una lista de desaparecidos entre 1918 y 1920 y se halló que Ana Anderson no era quien decía y que su auténtica identidad era otra.  Su nombre bautismal era el de Franziska Schanzkowska, nacida en Pomerania (Polonia) el 16 de diciembre de 1896 y desaparecida en marzo de 1920, perdió la memoria cuando trabajaba en una fabrica de Berlin y al encontrarla cerca de un puente de aquella ciudad, asumió los relatos de Anastasia que su marido le contara como si fuera de su propia vida.  Estuvo casada con el soldado Tschaikovsky (ruso-polaco) que estuvo presente en la matanza a los Romanov en 1918.

Pruebas de ADN

En 1991, los cuerpos de el Zar y su familia fueron exhumados de una fosa común cerca de Ekaterinburgo.

Exhumación De los Cuerpos Hallados
Miembros de la familia Zar Nicolas II Zarina Alejandra Gran Duquesa Olga Gran Duquesa Tatiana Gran Duquesa María Gran Duquesa Anastasia Zarévich Alexei
Relación Padre Madre Hija Hija Hija Hija Hijo

Se les identificó tanto por análisis esquelético, como por pruebas de ADN. Por ejemplo, se usó ADN mitocondrial para establecer relaciones maternas y el ADN mitocondrial de los huesos femeninos coincidió con el del príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, cuya abuela materna, la princesa Victoria de Hesse-Darmstadt, era hermana de Alejandra. Los cuerpos del Zarévich Alexei y la hija restante fueron descubiertos en 2007. Pruebas de ADN repetidas e independientes confirmaron que los restos encontrados eran de los siete miembros de la familia Romanov y demostraron que ninguna de las cuatro hijas del Zar sobrevivió a la ejecución.

Una muestra de tejido de Anderson, parte de su intestino extirpada durante su operación en 1979, fue almacenada en el Hospital Martha Jefferson de CharlottesvilleVirginia. El ADN mitocondrial de Anderson fue extraído de la muestra y comparado con el de los Romanov y sus familiares. No coincidió con el del Duque de Edimburgo o el de los huesos, confirmando que Anderson no era Anastasia. Sin embargo, la muestra sí coincidió con el ADN proporcionado por Karl Maucher, sobrino nieto de Franziska Schanzkowska, indicando que Maucher y Anderson estaban relacionados por línea materna y que Anderson era Schanzkowska. Cinco años después de realizar la prueba original, el doctor Terry Melton del Departamento de Antropología, de la Universidad Estatal de Pensilvania, declaró que la secuencia de ADN que liga a Anderson con la familia Schanzkowska seguía «siendo única», aunque la base de datos de patrones de ADN del Laboratorio de Identificación de las Fuerzas Armadas había crecido mucho, lo que conducía a «incrementar la confianza de que Anderson era en realidad Franziska Schanzkowska».

Asimismo, algunos cabellos de Anderson encontrados dentro de un sobre, en un libro que perteneció a su marido, Jack Manahan, también fueron probados. El ADN mitocondrial del cabello coincidió con la muestra de tejido del hospital y la de Karl Maucher, pero no con los restos de los Romanov o con sus parientes vivos.

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Sinopsis de Avatar.

En la aventura épica «Avatar», James Cameron, el director de «Titanic», nos lleva a un espectacular nuevo mundo más allá de nuestra imaginación. En una lejana luna llamada Pandora, un héroe inesperado se embarca en un viaje de autosalvación y descubrimiento mientras lidera una heroica batalla para salvar una civilización.

La película fue ideada por Cameron hace 14 años, cuando los medios técnicos, no permitían hacer realidad su visión. Ahora, después de 4 años de producción, «Avatar» nos sumerge en una experiencia cinematográfica completamente nueva, donde la revolucionaria tecnología inventada para la película, pasa desapercibida ante la contundencia de los personajes y la conmovedora historia.

Crítica

Aplausos al final de una proyección en una sala comercial. Algo que he visto en contadas ocasiones y Avatar ha sido una de ellas. Un aplauso que suele representar una manifestación espontánea por parte de un público no especializado al que se le ha dado más incluso de lo que esperaba a cambio del precio de su entrada.

Avatar es un prodigio de cine, de historia clásica, de esa clase de historias que desde tiempos inmemoriales han pertenecido a nuestro ADN, que han tocado nuestra fibra y que nos han estimulado. Por eso han impregnado tantos relatos que conocemos por sus valores y conflictos universales, y eso, en mi opinión, no creo que sea una falta de originalidad, sino el acierto de un gran guión firmado por James Cameron, un libreto que en la pantalla abarca un metraje que supera los 160 minutos, y que se hacen tan livianos como las semillas del árbol de las almas de Pandora .

Un guión que además se enfrenta al autoimpuesto Handicap de tener un metraje “con personajes humanos” reducido respecto a los personajes Na´vi digitales, provocando el desafío de tener que definir a muchos de estos roles (especialmente a los “villanos”) con solo unas pocas líneas de diálogo, un desafío del que Cameron sale airoso, y que además aprovechan de forma excelente Sam Worthington, Sigourney Weaver, y un Stephen Lang que borda su papel de maquiavélico militar .

Y no es ésta la única medalla que el maestro de la Ciencia Ficción se puede colgar. Es muy meritorio, y seguramente se destacará muy poco porque parece darse “por supuesto”, el crear todo un universo coherente partiendo de cero, por mucho que contenga ecos de elementos ya conocidos, incluyendo una flora y fauna propios, un idioma, una forma de pensar y unas costumbres, tanto sociales como religiosas, todo ello sólo al alcance de grandes creadores.

Y que decir de los aspectos técnicos del largometraje, un auténtico prodigio en el que, alcanzando los resultados una y otra vez buscados por Robert Zemekis, las figuras creadas con técnicas CGI de los Na’Vi sí parecen ser más humanos que los propios humanos en cada expresión, en cada emoción, con un diseño técnico y artístico de cada elemento del planeta Pandora que apoya el buen trabajo de concepción antes comentado.

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